Viviría una vez más sólo para enseñarle a alguien cómo aprendí a amar

Viviría una vez más sólo para enseñarle a alguien cómo aprendí a amar´´, dijo un alma anónima desde el cementerio de las nubes, el Cielo. Allí no hay más afecto y atracción que los recuerdos envejecidos de la juventud que empapan corazones terrestres cada vez que se materializan en lluvia. Sí, la lluvia no es más que las lágrimas de esos corazones que añorar querer. Dejas tus sentimientos en la Tierra, entre corazones demasiados ocupados como para atender a las voces centenarias de aquellos que los observan desde algún punto del horizonte, esperando que alguien los encuentre y vuelva a revivirte en su cabeza donde, por segunda vez, volverás a nacer. Aquellos que no están, hoy sufren por nosotros. Por los avances tecnológicos conocidos y por los atrasos humanos acontecidos. Hoy es más importante poseer riquezas materiales que regalar la riqueza de tu corazón a alguien. Aquellos volverían para conseguir otra vez que nos amáramos, que los recordáramos y; sobre todo; para que nuestras almas siempre sean jóvenes.

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