Imagína



Imagina por un momento que es verano, y hay una chica preciosa que pasea en bikini por la playa mientras todos la miran.
Imagina que hay un hombre sentado en un portal esperando a que su mujer lo perdone por haberse comportado como un idiota.

Imagina a un chico que camina escuchando una canción triste, pensando en lo cobarde que es por no haberla besado cuando tuvo la oportunidad.

Imagina a un par que se besan como si en los labios del otro estuviera escondida su vida.

Imagina a un poeta escribiendo versos y cartas de amor para una chica que jamás las leerá y que casi todas las noches vuela en unos brazos que no son los suyos.

Imagina al mendigo de la esquina recibiendo algo de dinero después de dos días sin comer.

Imagina la felicidad de aquel deportista que por fin llegó de primero a la meta después de tanto entrenar.

Imagina a una rubia preciosa que se masturba con el recuerdo de un tipo que solo la ha querido para jugar.

Imagina a una pareja que intenta hacer el amor, y lejos de eso, acaba teniendo sexo por obligación, con más ganas de terminar que de correrse.

Imagina a un señor mayor tomando en algún bar, soñando con volver a ser joven para poder conquistar a esa chica que le sirve copas y sonríe con tristeza en los ojos.

Imagina a un enfermo terminal llorando de felicidad porque al fin se va a morir.

Imagina a la chica rara del salón en una cita un sábado por la noche con un chico guapo que ha sabido ver en ella lo que otros no.

Imagina a una chica tumbada en el sofá, en bragas y con las ventanas abiertas para que entre el frío y la acaricie un poco.

Imagina a una niña llorando en un parque porque se le ha caído su helado, y mami no estuvo lo suficientemente cerca como para impedirlo.

Imagina a esa misma madre orgullosa porque su hijo mayor se casó con quien debía.

Imagina un sueño roto que se cumple, una lágrima que acaba en sonrisa, a una duda perdiendo una guerra, al invierno brindando calor; imagina que la palabra «pero» no existe y que podrías hacer todo lo que quisieras.

Imagina todo lo que quieras, y ahora piensa que eso ocurre simultáneamente mientras conoces a la persona que crees que es el amor de tu vida, se enamoran, se aman y se pierden el uno al otro…

Un día estaba hablando con Daniela, bueno, nosotras siempre hablamos de muchas cosas, pero ese día fue especial porque me pidió que escribiera el prólogo de su primer poemario y la verdad me sorprendió muchísimo por varias razones, la principal y es casi una ironía, es que yo no soy de las que leen el prólogo, o por lo menos no al principio. Me gusta ir directamente al primer capítulo y embarcarme en una aventura desconocida, solo con las ganas de salir airosa y llegar con la misma euforia hasta el final; igual me ocurre con las personas, no me gusta hacerme una idea de ellas por lo que otro dice antes de conocerlas un poco. Sin embargo, creo que ahora entiendo mejor el verdadero sentido del prólogo.

Inmediatamente Daniela me dijo el nombre del poemario lo relacioné con una Katana. La Katana es un arma japonesa de un solo filo, al contrario de la espada. Para mí la Katana y ese único filo representan el amor y el poder que tenemos nosotros mismos para hacernos daño o dañar, ya que al final de esa silenciosa guerra que es el amor, uno de los dos involucrados es el que sale realmente herido.

Para Dani, Kanata es un lugar: el lugar donde se quedó esperando el regreso de ese amor que al irse no quedó en volver, el lugar donde se refugia cuando piensa en su cuerpo y todo aquello que lo representa, el lugar donde puede consolarse con un recuerdo… Ella también me habló de una canción que lleva por título el mismo nombre, la canción no tiene letra, aunque pensándolo bien, la letra son los poemas de Daniela, y en esto sí que no miento, si escuchan la canción mientras la leen, probablemente terminarán llorando.

A veces, yo no tengo ni puta idea de lo que hablo, pero si leen Kanata se darán cuenta de que es un grito ahogado en el silencio, Kanata es todo aquello que yo escribiría si no fuera tan cobarde, si pudiera dejar salir el dolor y mis verdaderos deseos en vez de tragarmelos e ir por ahí fingiendo que no me importa llevar el corazón roto, Kanata es, lo único con lo que podemos contar cuando lo hemos perdido todo; incluso la fe.

No les digo que lean este poemario porque considere a Daniela como una amiga a pesar de la distancia, se los digo porque vale la pena, porque ella tiene mucho que decir —incluso más que yo—, porque ella siente con el alma más que con los sentidos, y porque, si yo no fuera quien soy, escribiría como ella.


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